sábado, 16 de enero de 2016

La mañana




La mañana cubre su rostro
al despertar lleno de silencio
como una tormenta adormecida
entra la luz por la ventana
oro líquido deshecho entre clamores
la noche vencida bosteza
remembranzas lejanas desleídas entre las sombras.
El puntero del mediodía engarza
la tela estampada de colores brillantes
chillan antes que el letargo del atardecer
comience en un albor el sueño.

sábado, 9 de enero de 2016

De cómo mira la ciudad de Sibiu.






            De los tejados amplios y de pendientes espectaculares resbalan párpados de ojos grandes, el iris se abre a través de un ventanuco de siglos mirando la ciudad. Sus tejas de un rojo brillante unas y otras revestidas de musgo forran las calles cuando te elevas sobre ellas en las escaleras que abren el barrio antiguo a un laberinto. La noche los cierra y sorprende a la mañana su vigilancia atenta al trasiego urbano. A la que me percato, una mezcla de inquietud y perplejidad me arrolla, acostumbrada a mirar ciudades y no a ser mirada por ellas. La misma inquietud que atenaza el observar por primera vez las casas semienterradas en el campo, camufladas a fin de eludir las invasiones continuas sufridas por este pueblo. Estos ojos miran escondiendo que lo son. De ahí el susto cuando los descubres. Ojos y bocas según la cantidad y disposición de las buhardillas. Son auténticas caras. Sibiu te mira.

Inmersa en el pasado con sorpresa mientras deambulo por sus calles antiguas. Al cabo del paseo, y ya en Brasov, entramos en un café-teatro de nombre  infame y ambiente artístico maravilloso. Recostada en un sillón de cuero, en una mano el “lapte mateado” y en la otra el cigarrillo, escuchando a Cesárea Évora. De pronto me viene el presente a la memoria y mi mujer sonríe.