martes, 23 de agosto de 2016



Los rizos ondulados del mar encrespado
supura facciones de rasgos plateados 
vierten manos desestructuradas en el vendaval clandestino
rozan el viento lejano
chorrea la sangre inconcebible de diestros matadores
en una jungla espesa,
húmeda de quehaceres invisibles
para retomar la angustia
entre azares, muerta
de existir, muerta
acabando el día para no matar las horas en su camino
desguaces de silencio sin arrimarse al tedio
claustro maldito de pozos inundados,
las algas por pensamientos
duras piedras en el entrecejo no reblandecen
hasta parar el movimiento de las vísceras
en tropel aullando sobre la piel cercana


y disturbio de un saber desposeído hasta lo nimio.

miércoles, 6 de julio de 2016



La claridad de la tarde trasluce una vida abierta a punto de cerrarse, un todavía no. Un cristal que deja de deslumbrar para asomar entre rayos, todavía, un recipiente enorme que se ensancha entre chirridos. Las aves lo picotean buscando un lugar para hacer el sueño, para dormir, para cantar, venciendo con su música una vida que se deja caer en otra. Toda la noche, la larga noche para el insomnio; la enorme, profunda y corta para el descanso.

La luz del atardecer avisa, es llamada, pérdida y consuelo y alegría de dar por vivido el día que pasa. Es su altavoz y recuento. Es presencia más allá de las presencias que fueron,  quemadas a la luz diurna, resuenan ahora con lente de aumento. Se agrandan hasta ocupar un espacio, el de la tarde que todo lo corrige, todo lo acoge con ternura. Melancólica y apasionada ésta baña la última frontera con su ser. Así lo hace todo.

El ojo y la mirada



Por donde entra el mundo, por allí, se escapa el tuyo. Cuando colapsan… cierras los ojos, intentas que no fluya ni una gota más de ti. Dejas caer los párpados como quién deja caer el telón.

sábado, 16 de enero de 2016

La mañana




La mañana cubre su rostro
al despertar lleno de silencio
como una tormenta adormecida
entra la luz por la ventana
oro líquido deshecho entre clamores
la noche vencida bosteza
remembranzas lejanas desleídas entre las sombras.
El puntero del mediodía engarza
la tela estampada de colores brillantes
chillan antes que el letargo del atardecer
comience en un albor el sueño.

sábado, 9 de enero de 2016

De cómo mira la ciudad de Sibiu.






            De los tejados amplios y de pendientes espectaculares resbalan párpados de ojos grandes, el iris se abre a través de un ventanuco de siglos mirando la ciudad. Sus tejas de un rojo brillante unas y otras revestidas de musgo forran las calles cuando te elevas sobre ellas en las escaleras que abren el barrio antiguo a un laberinto. La noche los cierra y sorprende a la mañana su vigilancia atenta al trasiego urbano. A la que me percato, una mezcla de inquietud y perplejidad me arrolla, acostumbrada a mirar ciudades y no a ser mirada por ellas. La misma inquietud que atenaza el observar por primera vez las casas semienterradas en el campo, camufladas a fin de eludir las invasiones continuas sufridas por este pueblo. Estos ojos miran escondiendo que lo son. De ahí el susto cuando los descubres. Ojos y bocas según la cantidad y disposición de las buhardillas. Son auténticas caras. Sibiu te mira.

Inmersa en el pasado con sorpresa mientras deambulo por sus calles antiguas. Al cabo del paseo, y ya en Brasov, entramos en un café-teatro de nombre  infame y ambiente artístico maravilloso. Recostada en un sillón de cuero, en una mano el “lapte mateado” y en la otra el cigarrillo, escuchando a Cesárea Évora. De pronto me viene el presente a la memoria y mi mujer sonríe.